sábado, 26 de diciembre de 2015

Al que madruga 20D

Madrugón.

Dejo a Laura en el salón y a Carmen en la cama, me ducho y me visto con la ropa que dejé el día anterior en el baño.

Estoy nervioso.

He soñado con Albert Rivera y con Pablo Casado, estaba en casa de mi madre y todo era un poco apocalíptico, a una banda de 'ciudadanos' les molestaba mi presencia, querían lincharme.
Yo sólo sacaba fotos en lugar del fotógrafo oficial, que me lo había pedido porque él no podía venir, pero a la masa que más bien parecia el tumulto paleto que intentaba quemar al monstruo del Dr. Frankestein le daba igual, me perseguían.
Una vez me agarraron pero me escapé mordiéndole los huevos a Pablo Casado... vaya usted a saber el porqué del sueño mezclando PP y C's, pero estaba claro que tenía que ver con el hecho de que hoy 20D de 2015 en España había elecciones generales.

Cogí el coche y me crucé Madrid.
No voto en mi barrio porque estoy empadronado en lo que para mí es aún mi casa (como propiedad) pero donde realmente vive mi expareja.
Entre ella y su padre me estafaron y me dejaron con una mano delante y otra detrás. Aún tengo guardados los SMS donde me piden 'perdón' como único pago por quedarse con la mitad que me correspondía de la vivienda.
Un tema muy denso que tengo superado pero no olvidado.

Algún día... algún día espero que la justicia divina o poética haga acto de presencia, ya no por rencor, que también, sino por lo que digo, justicia.

Venga, al lío, que hablamos de mi día.

Llegué pronto, a las 09:30, no quise llegar antes porque había oído que si no se presentan los convocados a la mesa cogen a los primeros votantes, y yo había quedado.

Al entrar en el colegio electoral me crucé con unos 30 ancianos y personas mayores, es un barrio de expolicias, exmilitares y de antiguos pisos de protección oficial; recibo miradas a mi paso.

En la entrada hay dos voluntarios de Podemos, les sonrío, me devuelven la sonrisa. Nos hemos entendido.

Sobre, papeleta, sobre, papeleta, boli, cruces, papeleta en el sobre, papeleta en el sobre, lametazo, lametazo, me dirijo a la mesa.

Ni miro si estoy en la lista, siempre es la misma.

Me dicen que soy el votante número veintitrés y me sonríen mucho todos los miembros de la mesa, menos una señora a la que parecía que le habían robado el bolso esa mañana.

Al salir me despido de los mismos chicos que sonreí al entrar.

He tardado 25' en llegar y escasos 4' en votar, hay que ser vago para no ejercer este derecho.

Si por mí fuera el voto sería obligatorio, y en caso de no hacerlo sin justificación acreditada sancionaría a los infractores.
Convertiría un derecho en una obligación, con posibilidad de votar en blanco o nulo, pero votando.

Suena radical, pero creo que los domingos de elecciones hay demasiada gente de resaca con poca conciencia y demasiado bocazas de bar leyendo el Marca en la barra, en lugar de acudir a votar.

Democracia sin abstenciones.

Al salir del colegio quiero fumar, pero me he quedado sin tabaco. Estoy nervioso.

Tengo ganas de llorar, noto una presión en el pecho y la garganta, me parece que estoy liberando tensión.

Se me humedecen los ojos, ¿estoy realmente emocionado? Sí. Estoy enrabietado, he notado cierta satisfacción al votar (a dos manos por cierto) pero no me ha liberado y estoy cargado de rabia por todo lo que veo que hacen los que ahora gobiernan.

Empiezo a entender la angustia que estoy reflejando y no es rabia, es alivio, necesito hablar con alguien. Llamo a mi amigo Julio.

Nos reímos un rato y me dice que me entiende, pero al colgar no noto mejoría, noto presión en el pecho todavía.

Recojo a Carmen y Laura en un bar donde desayunaban a carrillo bailón y acerco a Carmen a su colegio electoral.

Bueeeeno, pues ya hemos hecho lo que debíamos cada uno, ahora toca pasear a Laura por un par de sitios en Madrid, que si no come o bebe en menos de media hora se convierte en estatua de sal.

Estuvimos en el Mercado de San Miguel, en La Ricla, en la Taberna de Conspiradores y en The Hat.

En los primeros tomamos ostra, croquetas, queso, morcilla patatera y minihamburguesas, nada del otro mundo pero muy rico todo.
En el último flipé.
Es en la azotea de un hotel, en una zona acristalada con chimenea y un trato excelente, precios asequibles y con una decoración bonita aparte de la sensación de privacidad. Muy recomendable y aún más recomendable su tarta de zanahoria. Brutal.

Nos juntamos con Jose, Paola, Antía y Emma en un restaurante argentino cerca del Mercado de San Miguel, tomamos café y nos fuimos.
Laura y Carmen a casa porque tenían que hacer maletas y Jose, Emma, Antía, Paola y yo a Gerardo.

Discutí con Carmen un poco antes y me sentí fatal.

El rato que estuve con Jose, Antía, Emma y Paola estuvo marcado por mi humor desgraciadamente. Para remate al rato metí la pata y casi le estropeo la sorpresa a Antía, y es que Jose, su padre, y Paola le tenían un regalo sorpresa para Papá Noel y yo no me acordaba.
Me llevé un manotazo de Jose y salvé la situación como pude.

Cuando volví a casa para recogerlas y volver juntos a Gerardo ya lo habíamos solucionado.

Por norma general no discutimos y si lo hacemos no nos dura mucho; ni nos merece la pena ni la puedo ver disgustada.

El rato en casa fue mínimo, Iván nos llamó porque ya estaba de camino, así que había caminado un kilómetro para nada. Sin problema.

En Gerard acabamos siendo los de la foto.

Lo pasamos genial y eso que yo no daba un duro por la reunión, y es que llevábamos de bar en bar dos días siendo casi las mismas personas y estaba todo contado.

Un panzón de reír.

Lo estropeaba un poco que en la televisión del bar estaban los escrutinios de las votaciones y quedaba claro que España sigue siendo negra como el betún y de avanzada edad, el PP seguía siendo el partido más votado. Sentía una mezcla de vergüenza y resignación.

Gerardo intentó invitarnos a todo pero le cazamos, empezamos a soltar dinero como locos todos al grito de ¡bote! y creo que la última vez que miré había entre 70 y 80 euros. Una vez más me pareció que alguien se hizo el longuis para no soltar pasta.

Hicimos una desbandada rápida para poder madrugar y llevar a Laura a la estación de autobuses al día siguiente.

En la cama antes de dormir notaba aún el rato de tensión por haber votado, pero ya era más relajada.

Lo que tenía era bastante empacho de varios días seguidos haciendo excesos.

Bien, era un día deseado saliera como saliera y salió muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario