lunes, 4 de abril de 2016

Rayas y lonchas

- Mañana voy pero no puedo quedarme madre, he quedado con el gallego para comer.

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- Cielo, mañana como con el gallego.

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- No, pasado mediodía no tron, no, he quedado con un colega para comer.

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Avisé a todos que había quedado con el gallego... menos al gallego.

Así soy yo para mis cosas, planificador con exceso de celo pero de ejecución pobre.
Por suerte Jose contaba conmigo y no le importó que le avisara tarde, y cuando digo tarde digo con 4 horas de antelación 😓.

Madrugué con Carmen y eché la mañana en casa de mi madre con Néstor, su pareja. Acaba de salir de una operación de colon y fui con la intención de facilitarle todo lo posible su convalecencia.

Cuando llegué acababa de levantar un somier, un colchón, unos cajones, montado una mesa y desplazado un despacho a otra habitación.
Lo normal tras cortarte y empalmarte el colon por un cáncer.

Poco ayudé, pero las horas que yo estuve le tuve tumbado.
Estuvo bien, sobre todo la historia en la que sobornó a un aduanero africano con medio millón de pesetas para que le dejaran salir del país (no recuerdo cual).
No cuento más detalles porque no haría justicia a la pasión con la que me lo contó a mí. Buenísima historia. Si coincidís con él merece la pena escucharla.

Por Whatsapp el gallego propuso ir a tomar un ramen, y yo le propuse ir a un coreano.

Ganó el coreano por ubicación pero al restaurante que propuso tengo que ir, que tienen talleres de ramen y así aprendo a hacérmelos en casa.

De camino me comí un atasco porque había un accidente en Príncipe Pío, con toda la pinta de atropello a peatón o moto.
Pocos accidentes pasan para lo mal que veo conducir a la gente.
Acto seguido estuve a punto de tener yo dos.

¿Qué le cuesta a la gente hacer buen uso de los intermitentes?
Necesitamos un Cuerpo de Policía de Intermitencia ya.

Flipo.

Flipó.

Yo ya había ido varias veces e incluso hice mención en una entrada, pero, como sé que Jose está muy interesado en la cocina asiática ultimamente, fue como redescubrir el restaurante.

Analizamos cada color en los platos, intentamos averiguar las especias, degustamos con atención los detalles y nos pusimos al día, que teníamos temas importantes que tratar y trajes que hacer.

Kimchi, bulgogui, chapche, y raya cruda congelada muuuuuuy picante.

No sólo estaba rica y nos hizo gracia que nos advirtieran como a niños de cómo era el plato (suponemos que porque se lo han debido intentar devolver un millón de veces), sino que ganó puntos cuando el picante hizo moquear y llorar al gallego.

Raya 1 - Jose 0

Acabamos con un postre de calabaza frita y helado de té verde para irnos cada uno a su casa.
Muy bien, de precio, cantidad, sabor y compañía.

No recuerdo qué hice luego, pero probablemente mis cosas de multimillonario.

Al día siguiente me tiré ocho horas limpiando la casa. Hacía falta.
Recoger cada día y mantener el orden está muy bien, pero el polvo se acumula inexorablemente, sin empatía, en lonchas, con total indiferencia por nuestras idas y venidas de hospital.

Qué dolor de pies tenía a las seis horas.
No estoy acostumbrado a estar tantas horas de pie descalzo y sin plantillas.

La limpieza te mima, te anima, te deja dormir y el orden te cuida si le cuidas. 'Guarda el orden y el orden te guardará' decía mi padre.

Junto con 'Golpea primero, golpea duro, y habrás golpeado dos veces' y 'No te fies ni de tu padre' es una de las frases que más recuerdo.

Con el sabor del deber cumplido me llevé a Carmen a buscar un nuevo Gerardo por nuestra zona. Aunque ya tengo uno localizado para tapas de batalla necesitaba otro más cuqui, para todos los gustos. Y lo encontré.

Tomamos dos vinos y pude pasar un rato con Carmen sin preocupaciones, hospitales, móviles o televisión.
Bueno, lo justo, que el plazo de vuelta lo marcaba la programación de la secadora.

Ese es el nivel amigos, tomar vinos en sitios cuquis hasta que te avise la secadora.

Hoy no me apetecía colgar una foto de comida coreana en una entrada sin receta, por lo que la foto es un batiburrillo de filtros y adornos sobre una foto hecha con temporizador, que no selfi, dedicada a la nueva moda antibarba y a todos los que siguen llamando selfi a un plano medio corto.

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