miércoles, 23 de marzo de 2016

Ciclista rumano

Una semana de retraso. Lo sé.

El lunes tras la última entrada del blog, mientras Carmen estaba en Barcelona, nos enteramos de que habían ingresado a su padre en el hospital.

No podía respirar, con fiebre, escupiendo sangre, no sé cuántos kilos menos, un cuadro vaya.

Lo grave es que llevaba así un tiempo en su casa, su mujer no le había llevado al médico y pasados unos días ya lo llevó.
Rizamos el rizo si os digo que llevaba ingresado ya unos cuantos días y nadie la había avisado, hasta el punto de enterarse gracias a sus familiares de Miami de que su padre estaba muy grave, parecía de coña.

Parece ser que entre su padre y la madrastra malvada no la habían querido avisar... no voy a entrar más en este asunto porque hay una trama familiar que ríete tú de Falcon Crest. Y es muy muy desagradable.

Qué bonita es la familia.

No teníamos bastante con su madre y ahora nos ofrecen dos tazas de té.
Al final del relato veréis que el asunto de la madre de Carmen es Disneylandia.

Carmen abandona el trabajo en Barcelona de urgencia y se planta en Madrid.

Derechitos al hospital.

Como Carmen trabaja en Sanidad tiene contactos, así que entramos directamente en el departamento de diagnóstico de imagen del Hospital Virgen del Rosario.

Las imágenes eran brutales.

En la foto podéis ver los niveles de estupidez del ser humano.

En la pantalla podéis ver la parte superior de los pulmones del pobre hombre.

Lo blanco del interior de las bolsas no debería existir.
Y el paquete de tabaco del responsable del departamento tampoco.

¿Cómo puedes ver a diario que la gente roza la muerte por enfermedades pulmonares y seguir fumando?
Vale que los fumadores lo hemos sabido siempre, pero ¿estar viéndolo a diario y seguir dándole al pitillo?

Pfffff...

No sólo tenía esas manchas blancas que corresponden a una infección de caballo, debajo de eso había encharcamiento pulmonar, de sangre.

Pinta grave.

Los días posteriores fueron de idas y venidas al hospital y pruebas varias.

Era muy desagradable verle intentar hablar con flemas sanguinolentas entre los dientes, de lengua a labio, sin fuelle, demacrado, apagado.

Como dato curioso puedo añadir que una amiga suya estaba allí de visita, de unos 70 años, muy maja, con un rosario de plástico colgado al cuello, defendiendo las virtudes del horóscopo y gritando:

'- Tal y como está el país, rezo todos los días, y mucho, para que resucite Franco'.

Sí amigos, ese era el nivel de la loca que estaba allí de visita, muy católico el nivel. Lo digo en serio. Muy católico.

Carmen insistió en hacer un traslado de hospital, porque en Semana Santa, en un hospital privado, te puedes morir y te encuentran tras el Domingo de Resurrección... pero obviando lo último.

El riesgo era grande, y es que habían descartado la mutación de tuberculosis como causa de la neumonía bilateral... ahora era una insuficiencia aórtica, tenía parte del corazón fibrilando.

Un pie y parte del muslo en el otro barrio tenía don Jose Luis.

Ejecutan el traslado y el hombre entra en caída. Temperatura corporal como la de una nevera, kilos de menos a espuertas, la sangre en las vías respiratorias continúa, y en un cateterismo le diagnostican una obstrucción severa en las tres coronarias.

Fiesta del corazón
Invitación a chupito y 2x1 en copas
RR.PP. Jose Luis
Hospital La Moncloa

La operación debía ser a corazón abierto, con parada, cambio de válvula y triple bypass.

Las posibilidades de sobrevivir al principio eran de un 96-92% y ahora estaban por debajo del 50%.

Yo adoro a Carmen y por eso le dejé claro que no albergara esperanza, que no dejara la opción de despedirse para otro momento, que deseaba que saliera todo bien, pero que las opciones son las de tirar una moneda al aire en un día de viento.

¿Cruel? Yo creo que fui sutil, y que la sutileza y la sinceridad deben ir de la mano, y más en una situación así.

Setenta años, sin poder respirar, con Parkinson, y con semejante operación por delante, me parece de poco respeto y poco cariño decirle a alguien que todo va a ir fenomenal.

El padre antes de la operación tuvo un momento de lucidez, y lo único que dijo fue 'os quiero' 'gracias' 'os echo de menos'.

Nadie odia frente a la muerte, debe ser que somos 70% agua y 30% amor.

La operación terminó antes de lo esperado, cosa que no era buena señal, pero el motivo era lógico.

Los cirujanos no quisieron estresar el corazón más de lo que ya estaba, con lo que sólo cambiaron la válvula y dejaron el triple bypass para más adelante.

El Parkinson y la reanimación de corazón son conceptos opuestos.
Amistad y dinero.
Agua y aceite.
Batman y Joker.

Parece ser que a la hora de reanimar el corazón, tras la parada que hacen al cambiar la válvula aórtica, el Parkinson puede responder con un 'dispositivo no encontrado, no existen controladores para este dispositivo'.

La suerte quiso que no sucediera, así que Jose Luis está vivo, con riesgos, muchos, pero con uno de los problemas solventados.

Éste es un resumen, así, a lo bruto, de lo que ha sido esta semana.

Hoy miércoles, justo al salir de casa para ir a ver la recuperación del suegro, a la que sacaba el coche del parking, con mi intermitente puesto, a 1km por hora, mirando por si venía alguien por la calle de un único sentido y un único carril, he atropellado a un ciclista.

La realidad es que me ha atropellado él.

El problema es que yo he seguido acelerando porque no venía nadie y el golpe ha sido casi imperceptible dentro de los 5m de barco que tenemos por coche.
Los gritos de Carmen le han salvado de ser pasado por encima.

El chico, de la edad de Carmen, rumano, con las gafas aún en la cara, ha salido ileso, aunque aún no sé si era el susto lo que le impedía hablar o la falta de idioma.

Primero he salido del coche y sin levantar mucho la voz le he increpado un '¡Qué haces!' para después preguntarle '¡¿Estás bien?!'.

El chico se ha preocupado por haber arañado y manchado el parachoques lateral del coche, a lo que le he respondido que eso ni lo miraba, que eso era lo de menos, aunque me haya dejado su recuerdo hasta el próximo parte de pintura.

Luego ha recogido las 3 piezas en las que ha quedado el móvil que iba mirando con una mano, mientras la otra iba en el manillar que le guiaba en dirección contraria contra el morro de mi coche.

Estoy cabreado.

Primero por el susto que llevo mientras os escribo y segundo porque en este relato hay tres inconscientes, uno porque está sedado tras luchar junto los cirujanos por su vida, de los otros dos uno sigue fumando mientras diagnostica enfermedades terminales y otro se lanza contra coches sin ningún tipo de protección, sin mirar, con el móvil en la mano y en dirección contraria.

Pues puede que Dios no haya resucitado a Franco como quería la loca del coño que vino al hospital, pero al rumano le ha dado otra oportunidad.

Yo aún tengo el sabor del Nesquik que me ha vuelto a subir a la boca y un ligero tembleque de piernas, y Carmen tiene una sonrisa preciosa porque hoy puede volver a ver a su papá.

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