domingo, 10 de enero de 2016

Se acabaron

Llevamos unos días complicados con la convalecencia de la mami de Carmen. Los días consisten en llevar a Carmen al hospital y recogerla, cuatro veces al día.
Al principio yo no podía estar con ella pero ahora es una cuestión de familia y turnos lo que hace que no esté allí.

Estas cosas siempre son incómodas y desagradables, pero parece que la cosa va mejorando.
No sólo me da penita que Carmencita (la madre) esté pocha, también Carmen que está pasando un estrés velado peligroso.
Como tiene el carácter tan maravilloso que tiene no pierde la sonrisa, salvo alguna lagrimilla que sabe salada, pero no la pierde.

Ni la sonrisa ni el apetito, que estamos intentando volver a una dieta normal y nos está costando.

Resumiendo los días de hospital puedo leer hasta aquí.

Al volver de Edimburgo los Reyes Magos nos dejaron ese infarto de Carmencita de regalo, pero también más cosas, no todo es gris gracias a... gracias a... no todo es gris.

Vamos allá.

El Ayuntamiento me embargó dinero hace dos meses, un dinero que no sabía si me embargarían a mí o a al comprador de una propiedad que mi hermana y yo vendimos, así que para evitar historietas dejamos esa cantidad custodiada en una inmobiliaria.

Como el premiado fui yo ahora me toca recoger el dinero que me habían embargado, así que hoy Carmen se fue por su cuenta al hospital. La inmobiliaria está cerca de la casa de mi madre.

Uno de los papeles que necesitaba lo tenía ella guardado, así que fui a por él.

Allí me esperaba ella, distante frente al cómo reaccionará mi hijo que sé que está cabreado pero con el toque cargado de mimo que siempre tiene a manos llenas.

También estaban mi hermana y mi sobri, así que saludé cortesmente... pero con ese niño no hay manera, te arranca la sonrisa en segundos.
Me da mucha rabia que sea mi sobrino cuando hablo bien de él, porque parece que le miro con ojos de tío, pero es que realmente es verdad, es un niño ejemplar.

Al final me quedé a comer y lo pasamos fenomenal.
En un momento que estábamos haciendo un puzle me miró y tras darme dos millones de besos o más me dijo:
- No puedo quererte más.
Aaaains...

Carmen vino al rato, cuando salió del hospital, y una vez allí aprovecharon para darnos los regalos de Reyes.

Unas aletas para bucear, el diccionario de argot en inglés que me habían regalado Damien y Elías y que me tocaría cambiar, un rodillo rosa de silicona para amasar masas y un libro que desvela los secretos de la saga Star Wars... en serio, cosas como qué representación tiene el feminismo en la saga. Ya lo he devuelto.

No me jodas.

Muy contento por los regalos salvo ese que era de la madrina de mi hermana y política mía según ella.
Buceo, comida y aprendizaje, muy bien.

La Navidad se ha acabado.

¡Y tanto! Al llegar a casa el árbol se había caído y lo constataba de forma metafórica.
La pena es que dos bolas de cerámica que nos habían traído de Miami se hicieron pedazos.
En el suelo yacían los restos y una hoja caduca, un bodegón precioso que representaba a la perfección los días 4, 5, 6 y 7.

Para cerrar la entrada añado que estas fiestas he recibido más regalos que he olvidado mencionar: el reloj de Angelote que me regaló Carmen, el juego de mesa Ciudadela que nos regaló Salva el hermano de Carmen y un par de pichutines (calcetines gordos) que Jose y Paola trajeron en Nochebuena.

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