Un pájaro no canta porque tenga una respuesta. Canta porque tiene una canción.
Acabo de descubrir esta frase.
La he leído como una cita de Maya Angelou, pero haciendo una curación de contenido, que a veces considero enfermiza en mí, he descubierto que parafraseaba un proverbio chino.
Me ha llevado unos 5 minutos.
No hubiera pasado nada si cito la frase y se la atribuyo a otro autor, a nadie le iba a provocar odio hacia una raza, fe, país, estatus social... pero me he tomado ese tiempo en forjar mi credibilidad y darle al César lo que es suyo.
Igual como sociedad nos faltan 5 minutos siempre.
Por 17€ he adquirido unos auriculares bluetooth maravillosos: los SoundPEATS.
Estaban de oferta.
Entre mis prioridades para elegirlos estaba el que fueran aislantes de verdad, no creo que el que me acompaña en el Cercanías deba escuchar la música que le imponga yo, que al parecer ya no es mala educación sino moda.
Como parte de mi recuperación tras el último infarto está el ejercicio aeróbico, y como la oficina de Correos queda un pelín alejada de mi casa por un desnivel de más de 100m, aprovecho para correr un poco, quemar grasa y coger fondo, lo justo, pero noto los avances.
No es que reciba mucho paquete, pero no perdono ni una ocasión.
En un alarde de mejoría envié a mi madre una foto desde la parte baja de la Cuesta de los Ciegos, y al minuto una foto desde la parte alta.
Le impresionó más no conocer la estatua de La Violetera que está en lo alto de esa escalinata sin fin que mi logro físico, y casi fue mejor.
Fue mejor porque les propuse a ella, a Néstor y a mi hermana (que no pudo venir), darles una vuelta por el centro de Madrid, para enseñarles rincones tan emblemáticos como ese que quedan borrosos frente a las pantallas de nuestros móviles, o alejados de nuestra atención por no pisar una caca de perro.
Carmen como era de esperar dijo '¡Planazo!' en cuanto supo que el itinerario incluía La Ricla.
Y así fue como pasamos ayer un sábado maravilloso, desayunando serranitos sevillanos, haciendo bookcrossing, averiguando en Wikipedia por qué se llama la Cuesta de los Ciegos esa escalera infernal, ojeando la cúpula de San Francisco el Grande, el Colegio Episcopal, visitando la muralla árabe que pasa por debajo de la Cava Baja, recorriendo el museo que poca gente conoce sobre los orígenes de Madrid, averiguando de dónde procede el nombre La Latina, comiendo croquetas tigre y crujiente de rabo de toro en La Posada del Dragón, callos y mojama en La Ricla, bacalao en La Revoltosa y un helado natural en Mama Elba... el turisteo chico, el turisteo.
Entre que madrugamos muchísimo para ser sábado y que por ser el primer fin de semana de septiembre la gente está más pendiente de hacer lavadoras que de salir a pasear, estuvimos paseando un centro casi vacio.
Después cada mochuelo a su olivo y Carmen y yo a leer a la fresca durante 2 maravillosas horas... hasta que nuestros nuevos vecinos rumanos decidieron que ya habíamos tenido suficiente paz.
Me flipa mirar a Carmen mientras lee, aunque esto ya lo he dicho antes, no me cansa.
He comprado esta mañana 'Buena suerte, Belafonte' de Pablo Vázquez y Roberto López Toledo.... y se lo ha cepillado en ese rato.
- Es que tiene la letra muy grande - dice.
Me la como.
Por fin tras muchos años me he enfrentado a 'Playa de Acero' de John Varley, un libro con el que puedes calzar un coche para cambiarle una rueda que se me antojó cuando se pagaba en pesetas, y que me leo ahora que un mileurista es un pudiente.
Junto al videojuego Fallout4 (que por fin terminé tras 271 horas y 36 minutos) trata de un futuro distópico, pero a Carmen lo que le preocupa es que yo diga distópico muy a menudo.
Para ella es como si me hubiera aprendido esa palabra hace poco y necesitara decirla mucho.
Me hace gracia, porque no sé cómo resumirle a nadie la temática del juego o del libro sin decirlo y sin darle la chapa de su vida.
Si nos ceñimos a la definición vivimos en una.
Llevo 3 días procrastinando hacer ejercicio y hoy domingo toca, así que allá voy, abandono esta entrada para someterme a una rutina quematapasdelcentro, que además me hace culillo.
En la foto se puede apreciar cómo Néstor controla a la perfección el plandid de Instagram y por qué las risas abundan en mi vida.