¡Diez horas!
Eso es lo que se tarda en hacer un roscón de Reyes.
No es verdad, es lo que he tardado yo.
Fui pronto al supermercado, a comprar un par de ingredientes que me faltaban y otros para dedicarle el día a la cocina.
A la cocina con amor, porque no hay otra forma de cocinar.
Me molestó ver en la misma puerta del súper unos siete puestos de gitanos vendiendo fruta, ni por la fruta ni por los gitanos, ni por la puerta de la tienda, sino porque estaban ocupando unas tres plazas de aparcamiento de la calle con los tenderetes ilegales.
A veces olvido la empatía en pos de otra empatía. No sé qué conclusión sacar.
Antes cocinaba más, debo retomarlo porque al final acabaré comprando comida de sobre un día y eso puede arrastrarme al lado oscuro.
No creo, odio la comida precocinada, pero cuanto más lejos el sobre mejor. El chiste malo sobre el PP está en tu cabeza.
Realmente se tarda menos en hacer roscón, pero al mismo tiempo hice un caldo, ordené la compra y cociné unos judiones con almejas, mi especialidad, el plato que puede hacerte sumiso a mi antojo, es el anillo único de mi cocina... y es tremendamente fácil. Esa receta no la comparto X_)
Entre prefermentos y fermentos, leudados, tiempos de espera y gasificaciones, hay siete horas y pico.
¿Y por qué tardaste diez horas Ramón?
Porque llevé a Carmen al dentista (que me la devolvió anestesiada de los dos carrillos y con la nariz dormida ¡la nariz!) y a la vuelta fuimos a recoger las aletas que habíamos encargado en Casco Antiguo.
Como para probármelas pedí unos escarpines y me iban clavados, pregunté por su precio.
Al saco, que están a 20€.
Todos esos trámites de señoritingo me llevaron casi tres horas, y luego un amasado conflictivo, en el que más que amasar un futuro roscón parecía que Flubber y yo luchábamos a muerte.
Tuve un ataquillo de nervios que calmó Carmen rápidamente.
Era puro exceso de celo en el proceso.
Es fin de semana, cruci, casa.
Desde que voté he estado desconectado del mundo política, ya no puedo hacer nada más que envenenarme así que paso de informarme en exceso como antes.
Por lo visto la tienen liada parda y están vergonzosos todos, a niveles de colegio... yo pierdo la esperanza en la humanidad más allá de mi entorno.
El tarado de Jose, el gallego, me pidió un link para descargar el primer capítulo de Juego de Tronos.
Digo el tarado porque desde ese día ha visto casi una temporada por día.
¡Se ha visto cinco temporadas en seis días!
Ahora tengo que ver la quinta a toda pastilla, porque entre el Parra y él al final me van a hacer un spoiler y eso me jode muchísimo.
Me jode que me destripen los anuncios así que imagina una serie.
El otro día fuimos Carmen y yo a cambiar un vale de la Fnac (otro regalo de Reyes fallido) y acabamos comprando dos libros en lugar de una agenda, que es a lo que íbamos.
Uno era sobre un detective con Asperger, del que no recuerdo el título, y el otro El Libro del cementerio de Neil Gaiman, un libro muy entretenido, un cuentito que me dejó en su momento mi amiga Rocío Torres y que ahora he querido regalarle a Carmen.
Acierto total.
Ya he solucionado lo del regalo de Navidades de mi sobri, un pijama de jirafa de su tamaño que nunca le llegó y del que por fin me han devuelto el dinero.
El nuevo ya está en camino.
Creo que va a flipar.
Mientras escribo estoy viendo en las noticias que acaban de hacer una macrorredada en la sede valenciana del PP. Qué raro.
El domingo por fin pudimos recoger el canapé que el gallego había comprado por Wallapop, desmontarlo en Pinto y llevarlo a Vicálvaro. Dos horas incluidos los trayectos.
De Vicálvaro a Gerard, donde habíamos quedado para ver a Charly, tardamos una hora y media.
El atasco del infierno.
Una vez allí lo pasamos bien y de sorpresa tuvimos a Julio con su hijo Hugo, un rubiales muy salao al que le hemos buscado novia ya.
Me flipa que cada vez que veo a Julio vestido de calle lleva una ropa preciosa y cara, que compra a precios de coña y le queda como un guante.
Todos los días, cada dos horas o menos, visualizo el tamaño del temario de las oposiciones y se me pone cara de mucha pena. Pura preocupación, cero tristeza.
Estoy tramitando poder ver la Super Bowl de este año en un bar, a puerta cerrada, o al menos cómodos, que luego hay que volver a casa a las tantas.
No queremos verlo en una casa.
Panthers vs Broncos. Partidazo.
Espero no perdérmelo este año, que el pasado me lo perdí y fue buenísimo por lo visto.
Hace años que no me pierdo ese evento deportivo.
Y aunque ya he hablado del domingo me salto la cronología y hablo del sábado ahora.
El sábado acompañé a Carmen en sus delitos de hedonismo.
Cuando volvió de zumba (se ha apuntado a un gimnasio) me comentó que tenía un antojo, así que le dimos rienda suelta y fuimos a que me invitara a gambas en La Mina, de ahí a un paseito, después a Los Minutejos porque Carmen estaba celosa de Pepón, con la tripa llena a casa, a ver telebasura, y una vez en la cama tapada hasta la barbilla asomó una mano de debajo del edredón y se comió un trozo de roscón.
Mucho te tiene que gustar alguien para dejarle comer en la cama algo que pueda dejar migas, y sí, el roscón estaba espectacular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario