martes, 9 de febrero de 2016

Baqueira y mamá

Hago un parón en la lectura del temario que tengo entre manos... es un ladrillo.

Eso sí, el cuaderno rosa y morado que he comprado para tomar notas es chupi. El temario me sugería ese color, y si va a estar danzando por toda la casa es el que menos le puede chirriar a Carmen.

El otro día apunté notas, para acordarme después en la entrada del blog, y una era del principio del temario, parte de la Constitución:

- en la Sección Segunda del Capítulo Segundo, del Título 1, concretamente el artículo 31, dice que debemos contribuir al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con nuestra capacidad económica...

Bueno, pues ya está, quería compartir ese texto para que lo aplicarais a las grandes fortunas, es como leer las instrucciones que vienen con el cubo de Rubik (lo sé porque tengo uno, me lo regaló hace más de 12 años mi hermana), no vale de nada.
Y así todo.

El otro día hice de chófer para llevar a una amiga de la madre de Carmen al hospital, a que le llevara ropa, y la impresión que me llevé del hospital fue muy mala. Roto, viejo, destartalado, con muy mala leche por parte de algunos miembros del personal, no sé, mal, me lo callé para no preocupar a Carmen que aún no había ido a ver a su madre por trabajo.

Le dije que estaba bien y que era muy luminoso.

Ya ha ido y lo ha visto con sus propios ojos, el Hospital de Cantoblanco de La Paz, por si queréis referencias.
Ya somos dos con la misma impresión.

A la vuelta del choferismo había quedado con María, para que me diera los temarios de la oposición a toda prisa porque se iba a la academia, y como seguía dentro de los 5m de coche la recogí para acercarla. Estaba muy guapa.

Íbamos sobrados de tiempo, aparqué y la acompañé a un gimnasio para pedir información.
Eso no era un gimnasio, estaba decorado como una tienda de decoración, o de cupcakes, o de bolsos de Kipling, vamos, de todo menos de gimnasio.

Qué modelno, muy María.

Aparqué a medio camino entre el restaurante donde trabaja el Parra y la clínica de cirugía estética donde trabajaba de recepcionista un ligue que tuve.
Es relevante porque el Parra no sabe lo cerca que estuvimos de poder tomarnos algo juntos de sorpresa, y porque me hace gracia recordar que ese ligue me comentó que el cirujano le regaló las tetas, para hacer de ella su mejor publicidad.

Verás qué risa le va a dar el finiquito si la despide.

El sábado unos fontaneros del casero nos cambiaron el termo por previsión, y es que dos termos, de los cuatro pisos que somos en la planta donde vivimos, han explotado la semana pasada y se instalaron todos al mismo tiempo hace unos años.

Un fontanero al irse no sólo deja una solución perfectamente instalada, no, deja también un terrible desasosiego hecho de manchas, polvo, ladrillo picado, agua, escobas y recogedores sucios y una hora de limpieza como poco.

Desgraciadamente lo segundo nos pesa más siempre a la hora de opinar y juzgarlos.
Está bien recordarlo, para cuando vuelva a ayudar a Julio en sus trabajos de fontanería, que aunque yo soy siempre el poli bueno tengo que serlo más.

Una vez terminada la limpieza de toda la casa, acompañé a Carmen a visitar una posible residencia para su madre... por El Escorial.
Esa es la distancia de radio necesaria a partir de la que poder afrontar el gasto.
Siempre impactan este tipo de lugares, pero nos dio buena sensación.

Comimos en el pueblo, en el restaurante La Higuera, muy bien, rico y muy cómodos.

En una mesa del restaurante había una panda de pijos de manual. Sólo tengo algo en contra de los pijos, sólo de una sección de ellos, en general de cualquier tribu urbana, y es que se vistan PARA aparentar las ideologías políticas o niveles sociales.
Estos cumplían todos, toditos los patrones.

Pero quiero tan sólo comentar lo que más me llamó la atención, más allá de las patillas desbocadas, las correas del reloj con la bandera de España, los pantalones de montar a caballo, los niños de dos años con camisas y jerseys de pico granates o bombachos de pana, ni las perlas de tamaño de canicas, los peinados de Mafalda o el catálogo de gominas con caracolillos en la nuca, mucho más que las iniciales bordadas en las camisas y los mocasines con ejecutivos en invierno:
los colores de los abrigos.

Parecía que les habían hecho descuento en el forfait de Baqueira, si compraban los abrigos de ciudad del mismo color que sus chaquetas para esquiar.

Un parchís viviente.

Esta crítica la hago desde lo alto de mi humor, sin conocerlos de nada y porque puedo, que yo comparto mucha risa desde hace años por mis piercings y mis pelos.
Según María visto como un niño y ya no tengo edad y según Pepón visto como un hardcoreta de los 90. :)

A la vuelta del viaje Carmen fue a ver a su madre, y a su regreso tocaba relax, que estaba muy nerviosa tras la visita.
Nerviosa no es la palabra, tensa y triste más bien.

La foto es de una moneda que se me cayó y lo hizo sobre el canto.

Una vez hice la foto me di cuenta de lo absurdo del retrato.
Podía haberla puesto así para fotografiarla y contar una milonga, e incluso me parece que tiene el mismo encanto que una foto a tres dardos clavados en el centro de una diana con un pie que diga '¡Soy un crack!', pero me sentí afortunado por haber podido disfrutar del momento con mi amigo Juan Luis, que estaba allí flipando conmigo y es el mejor like que ese momento podría tener.

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