martes, 5 de enero de 2016

Mundo de color rosa

Hoy toca ir al Palacio de Holyrood en Edimburgo, residencia de la Reina cuando visita Escocia, y es que el otro día lo vimos por fuera pero era de noche: las 17h.

Damien había sacado las entradas el día anterior y es que las cosas de palacio van despacio.

¡HUMOOOOOR! Siento el chiste.

La parte de ir en tren desde Linlithgow a Edimburgo me gusta porque hay wifi.

Hicimos una pequeña cola para entrar y vi el unicornio dorado de la foto.
Se la hice porque los unicornios y las cosas rosas me recuerdan al mundo en el que vive Carmen, en el que no creo nada de nada, pero al que me gusta asomarme de vez en cuando.

En la mitología celta el unicornio escocés significa inocencia, pureza, sanación, alegría, la vida en sí mismo y es símbolo de poder y masculinidad... ¿masculinidad un unicornio?
El unicornio es Carmen.

Entramos en el palacio y nada más entrar hay una fuente espectacular, con una talla de otro planeta, muy minuciosa, ninguna foto le hacía justicia. Preciosa.

Con la audioguía en español porque me quería enterar bien de todo nos hicimos la visita.
Muy peculiar.
Detalles como que hace cinco años Benedicto XVI le regalara un facsímil del Evangeliario de Lorsch ¡del siglo IX! a la Reina de Inglaterra, y esté allí expuesto, me sorprendieron más que los techos ornamentados en escayola al estilo tarta de boda, a pesar de haber sido creados en el siglo XVII, que tendrá su mérito sin duda.

Un clavicémbalo precioso, que me recordó a mi abuela, en la antecámara de los aposentos reales y las 56 puñaladas que se llevó Rizzio en lo alto de una torre también me llamaron la atención.

Estuvimos en la sala en la que otorgaron el título de Sir a Sean Connery, en la que cuelgan, si no recuerdo mal, más de 90 retratos de reyes de Escocia.
El punto no es lo de Mr. Bond, que también, sino que en un asalto al castillo (no recuerdo el siglo, XVI o XVII) los alborotadores dañaron con sus bayonetas los cuadros, como muestra de odio y disconformidad.

Si hubiera sido en España, al final del ataque, hubiera ardido como un ninot el puto castillo de abajo a arriba.
Acuchillar unos cuadritos... ¡flojos!

Salimos a los jardines y vimos lo que para mí fue el pasote padre, la antigua abadía a partir de la que creció todo el palacio.

Por norma general vemos catedrales e iglesias con cierta ausencia de luz (salvando por completo la basílica menor de la Sagrada Familia que menudo trabajo de luz tiene), algo normal por el hecho de estar cerradas, pero como esta abadía está derruida y comida por el verde del musgo a plena luz del día es simplemente preciosa.

De nuevo las fotos no hacen justicia, yo sólo podía ver a Drake y a Lara Croft encaramados a sus salientes, era digna de videojuego.

A comer.

En el Kilderkin, justo al ladito, tomamos la cerveza más amarga que he probado nunca, tamaño pinta claro, mientras me comía un rollo de masa relleno de salchichaca gigante, jalapeños, arroz y cerdo, regado de una salsa de curry picante, acompañado de patatas fritas y una ensalada de cosas muy amargas con una salsa que no adivino.

Muy rico, pero estoy vivo de milagro.

No he encontrado fotos en internet y creo recordar que el plato se llamaba Scottish Hot Diablo.
El resto tomó lo que es tradicional tomar en primero de año: el Hogmanay Steak Pie.

De ahí fuimos a una tienda que no hay en España y se llama TKmaxx, donde buscas por tallas y hay todo tipo de marcas y modelos, pero sólo unidades, vamos, que te puedes pasar horas ¡horas! y me entró un estrés terrible.
Casi consigo unos pantalones grises vaqueros, que no tengo, pero estoy tan tocino y he cogido tanto peso que no me vale nada.

Fuimos a una coctelería en un centro comercial pijo donde curraba Dr. Artis y se nos volvió a ir un poco de las manos.

De ahí a una taberna mejicocesa y a casa, que nos esperaba Giselle con comida domijicana.
El día de las fusiones.

La taberna mejicocesa era muy cuqui, como todos los locales aquí. Es curioso, le dedican bastante dinero a decorar los servicios en todos los locales en los que he estado.

La cena fue rapidita y más cómoda que la anterior.
En la anterior estaba un poco agotado mentalmente por el idioma; estuve dos horas callado bebiendo vino escuchando historias de la familia, graciosas, pero sin poder intervenir y me estaba entrando sueño.
¡Dos horas callado!

Sólo queda una mañana en Edimburgo y me quedan tres cosas por ver, bueno, mil, pero que me apetezcan y den tiempo tres.

Estoy un poco tristón pero lo estoy disimulando como puedo, primero porque no es justo para los demás y segundo porque estoy fuera de España de vacaciones y eso es de gente afortunada.
En ningún caso es muy justo y empiezo a pensar que tengo problemas del primer mundo.

A dormir, y cuando digo dormir me refiero a guerrear con el edredón y Carmen, que se me ha puesto mala y es una caja de mocos.

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