Hace unas semanas el dedo de un amigo me eligió para un trabajo.
Hace unas semanas recuperé la parte más real de mi habitual sonrisa.
Me lamenté porque coincidía con parte de las vacaciones de Carmen, ya sabéis, estaba en pleno tramite de cambio de curro y buscando coche.
Pero me sentía bien.
Sabía que a Carmen le apetecía que yo tuviera trabajo, más allá de que económicamente yo podía aguantar hasta un año más sin él, y por qué no decirlo, porque mola.
Lamentablemente, y por circunstancias probadas que no me atañen, fui despedido.
Estuve fuerte, me mantuve animado, no quise mostrar más debilidad que la que se me escapara.
Casi un mes más tarde me dieron los datos para apuntarme al paro y decidí no hacerlo, no hasta pasar lo que le quedaban de vacaciones a Carmen, bastante mala suerte era haber coincidido con sus vacaciones, bastante mala suerte ser despedido y bastante mala suerte sería que me saliera un curso o un curro en el plazo de un mes.
Me lo puedo permitir.
Preparamos nuestro viaje a mi casa de Torrenueva a finales de julio, en base a la boda de sus amigos en Edimburgo y a que mi hermana también ocuparía la casa que tenemos en común en Torrenueva, pero la última semana.
Las fechas son irrelevantes, nunca cuadran si son fechas de los demás, no las recordamos y no nos importan a menos que sean muy muy concretas y dan pereza, pero cuento esto para dejar claro que en ningún caso elegí un solo día de las maravillosas vacaciones que estoy a punto de disfrutar.
Me encuentro en un autobús a las 23:30h camino de Motril, lleno de marroquís, con el lamentable tópico de su olor en conjunto, agazapado en la última fila, hecho un ocho, escribiendo para mi yo futuro y para tu tú actual.
¿Que cómo es que no voy en coche con Carmen?
Responderé por partes.
No voy en coche porque no alquilan coches a devolver en Motril, desde Madrid, al menos a la gente con menos de 2 años de carnet, que es mi caso.
No voy con Carmen porque ha decidido poner fin a nuestra relación.
Sip, la misma cara que calzas ahora mismo es la cara que llevo yo, agazapado en la última fila del bus, sin entender nada, sorprendido por mi destino.
Cuando digo que me sorprende mi destino no me refiero a Motril, que lo he elegido yo, sino a ese limbo en el que me toca habitar mientras se siembra la sombra de la duda sobre mi persona.
Sip, la duda del maltratador.
Mi ahora expareja, Carmen, ha decidido dar finiquito a nuestra relación de pareja porque la trato mal.
Chinpón.
Como suena.
Ante su decisión sólo pude preguntar por qué, y entre las cuatro primeras respuestas citaré las tres mejores:
- No me acompañaste a comprar el coche (estaba trabajando en la oficina)
- Fuiste cabreado a recogerme al aeropuerto hace poco (no manejaba el coche nuevo como ya cité en otra entrada y estaba en la T2 que no conozco, aparcado en 'prohibido', la recibí bailando fuera del coche, nos reímos, saltamos y nos fuimos, fue el día que vi a Fernando López Aguilar)
- No tienes planes de vida compatibles conmigo ni siquiera para ir a Cuenca a la boda de Marta (compañera suya que he visto tres veces, cuarta boda del año con hotel que no puedo costear y a la que advertí no ir tras aceptar la de Ciudad Real, la de Madrid y la de Edimburgo, y que no me apetece, hostias, que nunca digo que no a nada)
Ante estos argumentos, ¡que como todos sabemos bien valen una relación de casi tres años! (más de dos en pareja), no tengo nada que rebatir.
Según ella lo malo es más pesado que lo bueno.
Dice que no le compensa nuestra relación.
Yo me pregunto qué debo haber hecho tan malo para que en la balanza que ella compró no pesen ¡al menos igual! mis esfuerzos desde que nos conocemos por apoyarla en situaciones como la de el ingreso, infarto, bipolaridad y desaparición de su madre, su padre, con su absoluta indiferencia hacia ella, su neumonía, su operación a corazón abierto y sus tres obstrucciones, su hermano, con sus amenazas de muerte sobre la familia política, sus mensajes delirantes, su trastorno de fe, el diagnóstico de brote psicótico y demás problemas familiares que he arrastrado durante 5 largos meses.
Dejo a un lado su operación de mandíbula, su infección bacteriana, su posible cáncer, sus dos cambios de trabajo y sólo uno efectivo, su rotura de rodilla, sus llantos diarios ¡diarios! y cualquier otro apoyo, porque creo que para eso está una pareja, para que en las malas se coma marrones del tamaño de las puertas de una catedral.
Yo lo entiendo así sin pasar por vicaría, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad... y esas cosas de la muerte.
No hace falta casarse para entregarse.
No entiendo qué ha llevado al ser angelical que todos conocemos a comportarse como si hubiera una tercera e imposible persona en nuestras vidas, no entiendo los argumentos tan flojos y Pythonianos... nada.
Es como un mal sueño.
Sólo repite una y otra vez 'perdóname perdóname perdóname'.
Yo no me creo nada, estoy en shock.
Ayer éramos una pareja feliz, la misma de los últimos dos años, vivíamos en lo que llamábamos La Casa de la Risa, la relación era envidiada, hasta que por enésima vez solicité orden, orden y limpieza en la casa.
Dos años luchando por no encontrarme los platos en la pila, por no encontrarme ropa tirada por doquier, utensilios en cajones que no son, puertas de armario abiertas, cocina sin fregar, cajones mal cerrados, comida podrida, y en general las labores de un hogar en el que yo soy la mujer de los años 70 y ella el hombre de los 60.
Sólo he pedido orden, mi única petición de convivencia es la higiene y el orden, el respeto mínimo de la convivencia: repartirse las tareas domésticas.
Ella trabaja, yo no, los dos pagamos por igual, pero las labores de la casa, la compra y la cocina son mi feudo elíptico.
Eso ha mellado tan fuerte su ego que ha obviado en sus valoraciones, al tiempo que reconoce recibir, los piropos diarios, el trato de favor, la comprensión y el cariño, y en general el trato que cualquier dama Disney exigiría.
A pesar de reconocer lo bueno su balanza no pesa igual un 'me cagondios Carmen tienes los armarios que parecen Sarajevo' frente a 3 meses de hospitales, masajes, cariños y esfuerzos.
Carmen asegura que la trato mal.
Yo deseo haberlo hecho, ojalá pudiera arrodillarme y suplicar clemencia, entonar un 'voy a cambiar', pero no, no puedo.
En general recibo comentarios que nos tildan de pareja cuasi perfecta, y hoy no entiendo nada.
Todos cometemos errores, yo el que más... pero ¿dar carpetazo a una relación, con las maletas hechas, porque reprocho la evidente, conocida y persistente desidia a la hora de atender la única premisa de convivencia que imploro?
- Qué guapa estás
- Qué guapa eres
- Cómo te admiro
- Eres increíble
- Me encantas
- Qué suerte tengo
- Eres especial
- Todo lo haces bien
- Ojalá pudiera ser más como tú
Son las frases que como mínimo acompañaban mis hechos A DIARIO.
Ella misma lo reconoce pero no le es suficiente.
Y mis hechos son preparar desayunos, calmar sus lágrimas, animar en el curro, preparar comida, limpieza, escuchar sus inquietudes, esperar en casa en soledad cinco días en semana y disfrutar SU ocio el finde, que no el mío, en nuestro tiempo libre en común.
Yo me pregunto ¿se puede considerar que te trata mal alguien que te habla así y te tiene en tan alta estima?
¿Exigir un único deseo de convivencia 100 veces anuales es mi error?
Puede.
Qué le vamos a hacer, llamadme loco pero me gusta encontrarme las cosas como se las dejo a los demás.
Bueno, pues por eso me dirijo dando bandazos en la parte trasera de un autobús a Torrenueva, casi deseando que se estampe porque empiezo a estar físicamente alterado, debido a que Carmen ha considerado insuficientes mis acciones y extralimitadas mis peticiones.
Chico, es ley de vida, estas cosas pasan, pero ójala hubiera un buen motivo más allá de la pataleta de alguien que no asume sus responsabilidades.
En la boda de Fonsi y Marta pensé en pedirle matrimonio, sé que lo quería, bueno ya no, me pareció que el ambiente lo sugería, luego pensé que no estaba su gente más allegada, pensé que en la de Edimburgo sería más especial, pero pensé lo mismo sobre sus amigos... así que decidí que mejor en una fiesta en casa.
A mí el matrimonio me da igual, pero valorando que su papá había salido vivo de las operaciones, y tan dolido estaba porque Carmen anuló su anterior boda, que quizás una última oportunidad de tener esa sensación positiva entre ellos bien valía que yo hincara rodilla.
Eso y que estaba seguro que era ella, la mejor, la que me hacía sentir diferente, la que había traído la felicidad a mi vida y por la que sentía un amor diferente y más adulto.
Había aprendido a querer bien y no mucho.
Bueno, que me alargo, morcilla que me como, pero bien gorda chico.
Ella sabrá, está 100% segura de su decisión.
A mí me quedan 7 horas para llegar a mi destino y un mes para buscarme otro.
Lo que es seguro es que voy a bucear porque me hace falta la paz que da el mar, y es que el mar, como todos sabemos, está llenito de peces.
:)
La foto la hizo mi madre todo orgullosa en la boda de Fonsi y Marta.
Adivinad por las caras cual de los dos era infeliz con lo que el otro le aportaba.
Qué impotencia más grande siento.