Las ¿noches? aquí en Edimburgo son de cristal y se abren con sacacorchos.
Corren las botellas cosa mala.
En la casa estos días estamos Damien, nuestro subanfitrión, Elías, Carmen, Christopher, hermano de Damien, Giselle, novia del anterior y dominicana como contraste al pelirrojismo predominante, Andrew y Su, los verdaderos anfitriones y padres de Damien, tres perros, un gato y yo.
A la cena de fin de año nos quedábamos sólo el equipo llegado de Madrid y dos amigos de Damien, Artis y Jason.
Artis es de Latvia. Al principio pensé que era una coña porque ese es un país inventado por Marvel para que lo regente el Dr. Doom, pero luego mirando en internet vi que me había confundido con Latveria.
Por cierto Latvia es Letonia, yo no lo sabía.
A partir de ahora será Dr. Artis para mí.
Por la tarde fuimos a la compra.
Vi un bote de grasa de pato y otro de grasa de oca para cocinar.
No los cogí, pero reconozco haberme quedado con las ganas.
Compré vino de jengibre para regalárselo a Pepón, y es que mezclado con whisky y hielo está muy rico, tiene un toque picante.
Aunque estoy a punto de hablar de Nochevieja quiero añadir que el día anterior hicieron una pequeña fiesta en uno de sus megasalones.
Venía la familia de cenar fuera y venían como escoceses (trompeta perdidos), así que se organizó una fiestuqui en la que se bailó desde el Cocinero, cocinero de Antonio Molina hasta el Probe Miguel, que hace mucho tiempo que no sale, todo regado con litros y litros de bebidas fermentadas o destiladas.
¡Qué giro de cadera tiene Andrew a sus sesenta y largos!
Hice un nuevo bestfriend al estilo scottish, el hermano pequeño de Damien, Richard, al que le faltaba cantar el Asturias patria querida... supermajo, pero hay que huír de él si no quieres la Resaca Madre de Reino Unido.
Hay que mencionar que Carmen de resaca mañanera adquiere un tono insolente y desobediente muy gracioso.
Bueno pues eso, que quería aclarar que ya llevábamos otra noche de fiesta encima antes de Nochevieja.
Como he dicho cenábamos en casa y el resto de la familia fuera, se despidieron de nosotros con unos vinos precena y pude ver a Cristopher vestido con el tradicional Kilt (falda escocesa) y demás parafernalia que incluía un cuchillo, y la verdad, no me parece buena idea con las melopeas que enganchan aquí los lugareños.
Pienso en el traje de chulapo y lloro de risa porque hasta llevar falda es más chulo.
Cenamos normalito pero rico, jamón asado con miel y clavo con coliflor de guarnición. Chinpón. Sin postre ni nada.
En Letonia era fin de año a las 22h y en España a las 23h, así que celebramos con cada idioma y cada tradición la entrada de año.
No me acuerdo cómo era feliz año nuevo en letón, pero sí que me tuve que apretar dos chupitos de vodka a palo seco.
Tomamos las uvas con Igartiburu y Ramón yahuele García en la 1.
El escocés y el letón flipaban con la tradición pero se comieron las doce uvas.
Me preguntaron de dónde venía esa costumbre y no supe responder, así que me lo apunto en los tudús.
Los escoceses no se complican, oyen campanas y dicen 'YA ESTÁ' brindan y cantan. Fin.
Si hacemos cuentas podemos despejar X, donde X es la cantidad de copas, sorbos, chupitos, brindis y demás. Sale a ingresar.
Mi madre me llamó por Whatsapp pero se le debió cortar, la respondí por la misma vía que no tenía WiFi suficiente para eso y llamé, que es lo suyo, llamar.
Nos felicitamos el año y me envió felicitaciones del resto, porque según ella le estaban haciendo gestos. Mejor ni comentar el detallito. Ni pasar el teléfono ni un grito de lejos me dedican, a pesar de ceder frente a sus desplantes del otro día siguen en una actitud muy acorde a lo que pienso de ellos. No sé por qué me sorprende.
Creo que no voy a ir a su casa el día de Reyes, no me parece justo meter en ese ambiente a Carmen.
Los Lindsay llegan de cenar fuera al poco rato y sinceramente prefiero pasar la noche con ellos, son increiblemente más amables y están pendientes de cada detalle.
¡Champán para brindar que ha llegado la familia!
Qué alegría de gente, no paran de reír, se les nota mucho la unidad que tienen.
Hablando de eso, Andrew es el jefe y dueño de The Union, una agenciaza de publicidad, ahí es ná.
De repente Damien hace un brindis, nos agradece a todos el estar allí y el apoyo que recibe en Madrid, sobre todo de su chico, Elías, las manos le empiezan a temblar, hace un resumen de su relación, la voz no le llega al cuello, hinca rodilla en el suelo, le coge la mano y ¡petición de matrimonio al canto!
Hubo un sí quiero por respuesta.
Madre ¡qué liada!, todos boquiabiertos, risas, llantos, buah, creo que yo fui el peor, tuvo que venir Dr. Artis a abrazarme y todo.
Andrew, el padre, grita:
- ¡Yo antes tenía un hijo pero ahora gano... ! ¡otro hijo!
Carcajada general.
Aquí los chistes gays o sobre gays vuelan por parte de todos. Es genial, cero tabú.
Qué bien eso de que te acepten y quieran por quién eres y no por lo que eres.
Mi familia debería aprender de eso.
Me duró la llantina un rato muy largo, supongo que lloraba la alegría de los amigos y la tristeza de mis apellidos.
Lo pasamos fenomenal y nos reímos bastante después, aunque dejó de ser una fiesta para ser una pedida de mano, así que el carácter de la fiesta pasó a un punto más emotivo. Muy bonito todo.
A dormir, que mañana toca no hacer nada.
Es que aquí el día 1 de enero nada abre porque se respeta el derecho de las personas a descansar y pasar el día con las familias, ni siquiera los restaurantes, o al menos eso me dijeron con total orgullo.
En la foto estamos Dr. Artis, Jason, yo, Carmen, Damien y Elías, de izquierda a derecha.
La tradición de comer las uvas tiene un precedente: un bando municipal del alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas. Estos son los antecedentes que dieron lugar a esta costumbre.
ResponderEliminarHay más versiones pero esta me ha gustado especialmente.
La tradición de comer las uvas tiene un precedente: un bando municipal del alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas. Estos son los antecedentes que dieron lugar a esta costumbre.
ResponderEliminarHay más versiones pero esta me ha gustado especialmente.