Antes de que se me olvide, tengo que intentar hacer ñoquis de cangrejo.
Es que iba a empezar a escribir la entrada y me he acordado.
- ¿Nos vamos a pasar el fin de año en Escocia? - me pregunta Carmen - es que nos ha invitado Damien a su casa y están los vuelos baratos.
Tras una serie de conversaciones de acoso y derribo por parte de Elías, Damien y Carmen, acepto.
A ver, que es una suerte y no es ningún sufrimiento, que estaba evitando hacer gasto, pero realmente merecía la pena.
Y más ahora que tengo el disgusto familiar atragantado y no me baja, con lo que mira tú por dónde todo es ideal.
El vuelo lo hicimos con Easyjet y no lo recomiendo si quieres volar rápido, sale barato eso sí.
Es un vuelo de tres horas, pero llegamos al aeropuerto AdolfoSuárezBarajasTuPutaMadreQuéNombreMásLargo a las 19:30h y nos plantamos en Linlithgow a las 02h (hora española).
Factura, embarca, taxi-drive del avión, vuela, estate quieto, ponte bien, blablabla y 10' de coche hicieron un total de seis horas y media.
Eso no es una casa, lo que la familia Lindsay nos ofrecía era un casoplón de tres pisos y conté unas chotropocientas habitaciones a ojo.
Nos plantaron vino y sopa (una receta escocesa de la abuela de la familia) a todos y nos fuimos a dormir. Not bad para empezar.
Por la mañana nos colocaron un desayuno que ríete tú de un hotel cinco estrellas, y así ha sido todos los días, superando cada día el del anterior, hasta el punto de que puedo decir con total seguridad (y así se lo hice saber a la madre) que ha sido en Escocia donde he tomado el mejor desayuno de mi vida.
Por resumir y ponerme al día cuento rapidito lo que hemos visto.
Dejando a un lado la educación que he sentido en el aire, la limpieza y demás, he visto tabernas, por todos lados, tantas como en Madrid, pero manteniendo el estilo de la madera tallada, cuadros, adornos dorados, todo tipo de ornamentos y practicamente todas preciosas. Imaginad que en Madrid mantuviéramos todos los locales como Las Bodegas de la Ardosa o la Ricla. Pues eso.
Hemos paseado por New Town y Old Town, visto el palacio de Linlithgow, el castillo de Edimburgo, Mary King's Close, The Scotch Whisky Experience, el Museo Nacional de Escocia (donde debería estar la oveja Dolly pero no coincidimos con ella porque se la habían llevado unos días), la catedral de St Gilles, Saint Mary's Church, el antiguo Parlamento, el nuevo, la Milla Real (una calle preciosa llena de tienditas y locales que mide una milla escocesa), el Cafe Royal, Biblos (donde el camarero, aparte de ser español, era sobrino de un tipo muy majo que bucea con Carmen y conmigo en Calahonda... te cagas), el Voodo Room, Princess Street, el Mercado de Navidad (lo llaman mercado alemán y hay comida alemana y todo huele a rico), el último lugar donde ejecutaron un reo, la estatua de Bobby el perrito fiel, George Street, The Elephant House Café (el bar donde escribió Rowling el primer libro de Harry Potter), el barrio/rincón de los escritores, Beecraigs Park, muchas cosas... muchas cosas, en serio.
Lo de montar en taxi en Edimburgo mola todo.
Una cosita chunga es que a las 16h es de noche y mi cuerpo se vuelve tarumba, no lo entiende y se comporta raro. En serio, raya mucho y no mola nada.
Hicimos una visita guiada por el Mary King's Close, y os preguntaréis ¿qué es eso?, pues te enseñan cómo vivían en el callejón principal de Edimburgo cuando la peste negra se cepilló un quinto de la población.
Es una zona que fue sepultada porque decidieron construir encima. Una ciudad fantasma.
Aunque la guía era supersalada y ¡gracias a dios no tenía acento escocés! de divertido aquello no tenía nada.
Es como si te enseñan Austwitz en plan de risas, que igual lo entiendes mejor pero el asunto es serio.
Salí triste de allí, me impactó mucho lo mal que lo debieron pasar los lugareños con menos recursos.
En serio, terrible, la peste debió ser terrible.
Otra cosa es que como tienes el cuerpo despistado por la ausencia de luz no sabes que está mal ponerte a beber whisky y cerveza en cualquier momento, que es la parte curiosa de la ruta turista que nos hizo Damien, el modo de vida escocés.
Le pegan al alpiste cosa mala, y un español debe estar a la altura, pero cuando miras la hora te sientes un puto borracho.
Uno de los días Damien, Elías, Carmen y yo visitamos, como he dicho arriba, el Scotch Whisky Experience.
Consiste en una ruta por una exposición en un barril sobre railes, que va a la velocidad a la que iba la atracción de los dinosaurios del Parque de Atracciones de Madrid (vamos viejunos, haced memoria).
Una vez termina la ruta te dan una charla y te invitan a una cata de un whisky a elegir entre cuatro, pero como había una feria del whisky en el recinto nos invitaron a catar otros cuatro más con unos tiquets, pero una vez allí unos visitantes que se iban nos dieron siete tiquets más.
Total, que nos apretamos 6 ó 7 catas de whisky cada uno antes de las 14h.
Trocotró.
De entre 49€ y 70€ cada botella ¿eh? que no eran Vat69 ni DYC.
Que paren la noria que me bajo.
¡Ah! otra cosa que vi era un bar carrusel, un bar que giraba, al aire libre. Habían quitado los caballitos y habían puesto banquetas.
Que lo de tomarse algo ahí mola pero ¿y currar? vamos, no me jodas, que no iba rápido ni nada, pero eso es un machaque para el personal.
No nos subimos porque hacía un frío como para formar parte de la Guardia de la Noche.
Ya mañana os cuento el fin de año, que me he alargado mucho hoy.
¿Veis la foto? Es una cocina de aceite que está encendida 24h, cada puerta es un horno de diferente temperatura y la parte de arriba tiene una plancha para mantener caliente lo que apoyes y dos planchas de metal más tapadas que se las han debido robar al mismisimo Satanás.
Es como una estufacocina gigante.
Bueno, pues ahí les hice ayer, por petición, cuatro tortillas de patatas con huevos escoceses, patatas escocesas, sal escocesa y amor español.
Quiero una igual para mí.
Sí, las tortillas un éxitazo.
¡Feliz año!
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