Pues no me levanté tan mal, el Enantyum, el Ibuprofeno y el Algidol que tomé de golpe me hicieron efecto mientras dormía.
Un poco de dolor en los senos sí tenía, pero es culpa mía, que me abrigo los pies, las piernas con mallas térmicas bajo los pantalones, la garganta con cuellos o bufandas y los brazos los llevo al aire. No es porque esté cuadrao y haya que lucir, que también, es que las mangas largas me molestan.
Tenía que ir al aeropuerto a recoger a Carmen, así que aunque suelo tener todo recogido lo dejé aún mejor para que cuando llegara estuviera más cómoda, y para dar ejemplo, que soy un poco marcial con el orden.
Comí sobras y chequeé que no hubiera trabajo atrasado.
En una bifurcación de la salida 10 de la carretera de Barcelona un coche se frena en seco y me toca frenar haciendo una reducción de rally, no nos hostiamos todos en cadena porque lo quisieron así los ingenieros automovilísticos, pero vamos, que le deben estar pitando los oídos aún a la rubia estilo Isabel Tocino que iba en el Mercedes que, ante la duda de qué camino tomar, decidió dar varios volantazos y parar en seco para pensar qué camino escoger.
Del aeropuerto nos dirigimos a ver al padre de Carmen, que está el pobre como un filete de pollo tirado en el sofá con unos vértigos importantes.
Cuando ya llevo 30 kilómetros y he pasado Campo Real le pregunto a Carmen si nos vamos de excursión o quiere enterrarme en el desierto de Nevada. Madre qué lejos vive el hombre.
Ocho bulldogs franceses me reciben, entre viejos y feos eso era la fiesta de los Gremlins en el bar.
Había una sorda y otra ciega, que era la de la cresta blanca.
Utilicé una técnica de dominante de la manada que me enseño Charly para evitar que me tomaran por el pito del sereno y me saltaran hasta el pecho. Ni el César Millán oye.
Jose Luis es militante del PP, es fan y forofo del partido, amigo de los altos cargos, sin embargo conoce todas las tramas de corrupción y nos las relataba de primera mano, con nombres y apellidos, con vergüenza, llamándoles ladrones, reconoce que en el partido todos conocen los chanchullos, que hay aún más que la prensa no conoce, pero que todos callan, él el primero... se me escapa al entendimiento.
Siendo él una bellísima persona, que ha ayudado personalmente a gente en riesgo de exclusión social, conociendo el drama, siendo médico, habiendo inculcado en sus hijos valores de integridad, habiendo sufrido incluso traiciones internas por honrado, inteligente y criticando lo que os cuento... aún así sigue apoyando al partido y diciendo que Errejón robó dinero.
Creo que es una cuestión cultural, por edad y por épocas vividas, porque ni Carmen ni yo lo entendemos. Es un reflejo de lo que ya imaginaba que pasaba entre simpatizantes del Partido Popular, que alcanzan niveles sectarios aunque tengan claro que apoyarles va en su propio detrimento.
Nos reímos todos juntos, tomamos tarta de Santiago y nos fuimos oliendo a perro.
Carmen estaba contenta y yo también, le vino bien al hombre la visita.
De alguna forma su padre le agarraba la manita fuerte pero sin mirarla, no había cariño en el trato, sólo en su forma de cogerle la mano... yo esas cosas las veo porque mi padre nunca me cogió con ese cariño la mano desde que yo tengo uso de razón.
De vuelta paramos en el chino que nos monta los cristales templados de los móviles, porque la semana pasada le tiré el móvil al suelo a Carmen en un desafortunado aspaviento de mongolo.
Como no podía parar el coche dejé que fuera Carmen, le advertí que ella llevaba un cristal de 10€ y no de 6€, que pidiera el de 10€.
El chino le dijo que no llevaba el cristal de 10€, que llevaba el de 6€... qué cabrón, me tangó la última vez.
Le puso el de 10€, le cobró 10€ y le preguntó ¿seguro que le cobré 10€ a tu chico? y ante la respuesta afirmativa de Carmen ¡pues mira tú por donde cogió el chino y le devolvió 4€!
Cada día voy ganando más fe en el ser humano, siempre que no sea un clon de la Tocino y se pare en una bifurcación a decidir qué carril le viene mejor.
Una vez en casa y con un aprovisionamiento de patatas y guarradas nos organizamos para ver la final de Top Chef; quedaba una hora.
Habíamos quedado en que igual lo veíamos juntos en casa de Paola y Gallegus, pero no nos daba tiempo sabiendo que a las 5 de la mañana nos levantábamos para ir al aeropuerto de nuevo.
Abrimos el Ycaro que nos regaló Iván ayer, muy rico, y cenamos.
Muy entretenida la final aunque ganara el que yo no quería.
No quería porque es Top Chef España y lo ha ganado un alemán, que tiene cojones la cosa.
No en serio, es porque Alejandro, el otro concursante, hizo un postre picante y eso para mí es medalla de oro olímpica si hace falta.
No, ahora sí, en serio de verdad, es porque creo que cocina mejor y punto.
¿Curioso no? Opino sin probarlo. Qué español soy a veces.
Antes de acostarme me pasó una cosa curiosa, por primera vez en mi vida descubrí un pequeño conato de pelusa en mi ombligo, en la vida me había pasado, me sentí mal.
Nos fuimos a dormir que había que madrugar.
Ya es jueves.
Me despierta Carmen a las 5:30h, yo sigo zombi y me reprocha (con un amor que quiero ver dentro de 30 años) que le he babeado su lado de la cama. Sí, babeo al dormir, no siempre, pero un 80% de las veces.
Sé que vamos con prisas pero necesitaba hacer algo que no suelo hacer nunca, y menos con prisas, le pregunto si puedo hacerme un café y me responde:
- Sí, lo puedes hacer, pero no te lo vas a poder beber...
Aún así lo hago.
Le vuelvo a preguntar si puedo poner las noticias mientras me visto y me responde:
- Sí, puedes, pero no las vas a poder escuchar...
Aún así las pongo.
Nos reímos.
Es tan mona.
Vuelo al aeropuerto y la dejo allí... una vez más.
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